De la importancia de las historias
Para otros / Miércoles, 12 febrero 2014
Columna publicada en el Diario Noticias de Gipuzkoa el 12 de febrero de 2013
Analizo. Un día cualquiera. Me despierto y abro el ojo derecho. Luego el izquierdo. Tumbado imagino la historia de lo que será mi día. Qué tiempo hará, qué ocurrirá, qué obligaciones me esperan, con quien podré coincidir y con quien estaré seguro. Desayuno y enciendo la radio. Cuentan noticias, anécdotas; a veces alguien canta, otras alguien grita. En la sala mi hija pequeña ve los dibujos mientras desayuna (no hemos encontrado otra forma de que se tome el cola-cao sin rechistar). Llego al trabajo, tomo café, cuento mi fin de semana a los compañeros y escucho los suyos. Echo un vistazo al facebook y al mail; recibo una historia increíble sobre un avión que chocó contra un volcán. A media tarde regreso a casa y salgo a correr un rato. Hace frío. Cenamos y vemos una serie en la tele. Antes de dormir leo veinte páginas de la última novela de Baricco. Cierro los ojos. Primero el izquierdo, luego el derecho. Sueño, aunque al día siguiente no siempre lo recuerde.
Concluyo. Que desde que me levanto hasta que me acuesto consumo historias de forma insaciable: las mías propias, las de la radio o el periódico, las de los dibujos animados de mi hija, las de internet, las de las canciones, las de mis compañeros, las de los libros, las que veo en series o películas. Que el consumo de historias pertenece al conjunto de actividades elementales que conforman mi vida junto con trabajar, comer, conducir, jugar, andar, hacer ejercicio o dormir. Que algunas personas quieren hacerme creer que el consumo de historias no es más que una forma de entretenimiento para huir de la realidad. Que quizá sí sea entretenimiento pero no como ellos lo definen. Que el consumo de historias supone sumergirse en la ceremonia de cada narración y alcanzar un final intelectual y emocional. Que consumir historias no es una huida sino la mejor forma que encuentro para buscarle un sentido a la realidad y a su anarquía. Que quien gobierna debería fomentar la creación de historias y su consumo. Porque para mí, como para muchos, son imprescindibles para vivir y para soñar.