El idiota del espejo
Para otros / Martes, 14 octubre 2014
Columna publicada en el Diario Noticias de Gipuzkoa el 14 de octubre de 2014
El despertador suena a las 6:30h. El presidente lo apaga con un dedo, se coloca las gafas a tientas, sale de su habitación y recorre un pasillo hasta el cuarto de baño. Allí dentro, con el pestillo echado, se sienta en la taza para mear. Hoy se nota un poco alicaído. Percibe una sensación de debilidad que reconoce, y que suele anteceder al resfriado o a la gripe. De pronto, el presidente recuerda algo y en un instante repasa sus pasos del día anterior en el hospital. Sin embargo, se convence de que esa idea que le acaba de rondar no es posible. Porque no. Porque puso mucho cuidado y no tocó nada ni a nadie. Y, por supuesto, no entró en la habitación de la enferma.
El fotógrafo venezolano Vasco Szinetar lleva toda una vida retratando a personajes relevantes. Son fotografías al natural, todas ellas sacadas frente al espejo de un cuarto de baño. García Márquez, Allen Ginsberg, John Ashbery, Vargas Llosa, Geraldine Chaplin, o Umberto Eco, entre otros, han pasado por su objetivo. Incluso, Borges, creador de un universo propio alrededor de los espejos, fue retratado por Szinetar.
El presidente se cepilla ahora los dientes y la pasta se le escurre entre la barba. Alza la vista al espejo y contempla cómo su rostro comienza a transformarse. Es una transformación extraña que sólo él es capaz de percibir. Porque no son sus rasgos físicos los que mutan, sino algo más profundo. El presidente deja de verse como una persona afable, inteligente y sensata. Y, poco a poco, el espejo va conformando el reflejo de un idiota, de un inepto y de un cobarde. El presidente se asusta, escupe sobre el lavabo, y sale corriendo del cuarto de baño. Lleva casi un año percibiendo esa sensación todas las mañanas y no se acostumbra a ella.
En 1983 el filósofo rumano Emile Cioran le envío una carta de agradecimiento a Szinetar días después de haber sido fotografiado. En las últimas líneas Cioran escribía: “¡Abajo el espejo! Al no tener fondo ni límites, éste nos revela lo que de más íntimo y lejano hay en nosotros: nuestros terribles secretos, nuestras ocultas demencias”.