El ministro y el bolchevique

/ Martes, 16 abril 2013

Columna publicada en el Diario Noticias de Gipuzkoa el 16 de abril de 2013

Manuel Gutiérrez es un tipo corriente, así se define a sí mismo en público, soy un hombre normalito; pero, en realidad, él piensa, como voy a ser yo “normalito”, si he llegado hasta donde he llegado y estoy donde estoy. Así que deducimos que Manuel Gutiérrez es por lo menos un tipo con suerte, y parece que ambicioso.

Una mañana de abril nuestro personaje trabaja en su despacho cuando recibe un email de Txema, un amigo al que hace tiempo no ve, en el que le propone a él y otros cien más, reunirse aquella misma tarde en la calle Herrador, frente al número dos. Propone manifestarse allí, porque el banco le ha echado de su casa por no poder pagar la hipoteca. A quién se le ocurre echar a un hombre de bien de su casa, piensa Manuel, quien será el cretino que deja que estas cosas ocurran en este país. Así, tanto por las ganas de reunirse con Txema, el bolchevique, como le llamaban en la facultad,  como por la injusticia de su deshaucio, Manuel llega a la calle Herrador, al número dos, a la hora indicada y busca a su amigo entre la multitud. Finalmente lo encuentra, ¡qué pasa Txema! y el bolchevique no da crédito a sus ojos, agarra del brazo a Manuel y lo retira a la acera de enfrente. Gutiérrez, le dice, haz el favor de largarte de aquí ¿estás loco o qué te pasa?, y Manuel, responde, pero si yo sólo vengo a tu convocatoria, a protestar por el deshaucio, vaya pandilla de cabrones. Entonces, Txema le señala una de las pancartas: “Gutiérrez cabrón, ministro sin perdón”. Nuestro personaje, aturdido, piensa que claro, que por eso le sonaba tanto la calle y el número dos, ¡porque es su casa!; piensa que, en realidad, no sabe donde vive, porque es lo que tiene tener tantas cosas en la cabeza como ministro. En fin, me ha gustado verte, le dice al bolchevique, y éste lejos de delatarle, se apiada de él y le deja marchar. Nunca ha sido un tipo brillante, al menos lo sabe, ya lo reconoció él mismo hace poco en una entrevista, soy un hombre normalito, recuerda Txema, mientras observa la figura del ministro esconderse calle abajo.