Hotel Bellas Artes
Para otros / Martes, 23 abril 2013
Columna publicada en el Diario Noticias de Gipuzkoa el 23 de abril de 2013
Al viajante le gusta contar esta historia, por su inverosimilitud, porque fue algo extraordinario, dice; porque forma parte de su grupo de anécdotas increíbles junto con la vez en la que vio un tigre de dos cabezas en Bangladesh o aquella en la que un borracho le atracó en Londres simulando una pistola con los dedos. Éste es su relato en primera persona.
“Me ocurrió en un hotel de San Sebastián, hace más de diez años, en un viaje de negocios. Anochecía cuando el taxi me acercó hasta la puerta. Hice el check-in, me di una ducha, me cambié de ropa y bajé al hall a leer la prensa. Todo permanecía tranquilo, casi en silencio. A cabo de un rato, comenzó a extrañarme esa quietud excesiva. Me percaté de que no había visto ningún huésped más en el hotel y me levanté a buscar a alguno. En plena investigación observé que muchas de las paredes estaban llenas de fotografías. Eran antiguas, todas en blanco y negro, todas de un teatro: del patio de butacas, de los bastidores, de los palcos, de la fachada, también de una cúpula majestuosa que emergía. No tardé en darme cuenta: aquel teatro había ocupado años atrás el edificio en el que me encontraba. Sí, señoras y señores, ¡créanme, lo vi con estos ojos!. Aquella ciudad había transformado un teatro histórico en un hotel. El sofoco invadió mi cuerpo, ¡que inconsciencia! grité, ¡que aberración! Cómo pudieron hacerlo, pregunté al recepcionista, No lo sé, ojalá hubiese marcha atrás, nunca tuvimos un alcalde inteligente, nunca una oposición de verdad…, me contestó. Como dejaron pasar la posibilidad de habilitar un espacio cultural en pleno centro de la ciudad, exclamé, por qué mataron un símbolo arquitectónico centenario, para hacer qué… ¿un puñetero hotel? ¿pero qué clase de ciudad son ustedes? Comencé a sentir frío, a tambalearme. Creí desmayarme. Alguien me trajo un vaso de agua y conseguí tranquilizar mi espíritu. Entonces entendí porqué no había más huéspedes. Regresé a la habitación, hice las maletas y cambié de hotel. ¿Qué hubieran hecho ustedes en mi lugar? ¿Ser cómplices de tal barbaridad?”.