La visita

/ Martes, 9 abril 2013

Columna publicada en el Diario Noticias de Gipuzkoa el 9 de abril de 2013

El escritor trabaja sobre una tabla de madera y dos caballetes. Es un habitáculo modesto. Le rodean armarios con libros. También veo recuerdos familiares sobre una cómoda: fotos con su mujer y sus hijos en la entrega del premio Nobel, souvenirs de sus viajes y algo de cerámica. En las paredes, cuadros de artistas amigos. Frente a él un ordenador portátil y un flexo, folios desperdigados y dos bolígrafos.  A través de la ventana se ven ramas y hojas perennes; y al fondo, lo azul es el mar, me explica. En aquella estancia ha escrito sus últimas seis novelas.

Dice el escritor que se despierta todos los días a las siete de la mañana. Que entonces se sienta y escribe cinco páginas. Ni una más ni una menos. En cuanto llega a la quinta abandona la silla, toma café –le encanta el café- y se sienta a leer en el sofá u hojea el periódico o si no llueve, se acomoda en la terraza y mira al mar. Después de comer se echa una siesta y sale a caminar. Todos los días se aventura al mismo paseo. Todos los días bordea la misma montaña, en el sentido de las agujas del reloj. Me gusta abrazarla a diario, me dice. Para quien lo observa, todos sus días aparentan el mismo paisaje: el mismo mar, la misma lluvia, el mismo viento que no para, el mismo olor a salitre que inunda la casa, la misma rutina.

En mitad de la visita, comienzo a recordar mi infancia: mis días iguales, el mismo paseo al colegio, mi habitación reducida, mis posters, mis souvenirs, mis libros y cómics; mi mesa con dos caballetes y un flexo, y el cola-cao de la merienda. Recuerdo las historias, los viajes que imaginaba y los objetos: mis objetos, cómo los observaba desde todos las perspectivas, cómo los animaba y  llegaba a conversar con ellos. Se vuelve tan poderosa esa sensación que me armo de valor y le acabo explicando al escritor la relación que he establecido entre él y mi infancia. Él sonríe. Veo que entonces me entiendes, dice. Y luego, me cuenta con su entusiasmo comedido la historia de su próximo libro, mientras tomamos café y observamos “lo azul” desde la terraza.