Las tentaciones
Para otros / Martes, 7 octubre 2014
Columna publicada en el Diario Noticias de Gipuzkoa el 7 de octubre de 2014
Hace unas semanas aparecieron en mi casa restos un plástico alveolar para embalar y no paré hasta explotar todas sus ampollas diminutas. Primero, con dos dedos y después sólo con uno. El invierno pasado me compré unas katiuskas y me pasé dos meses metiendo los pies en los charcos. Cuanto más profundos eran, mayor era el placer que alcanzaba. Digamos que soy una persona “débil”, de esas que no pueden resistirse. De esas que cuando sacan frutos secos con el aperitivo está más pendiente de coger todos los cacahuetes posibles que de la conversación que le rodea. De esas que cuando se encuentra una cartera en la calle trata de convencerse de que quedarse con el dinero es correcto, siempre que la devuelva con todos los documentos. En fin, que soy de los que sucumbo a todo tipo de tentaciones cotidianas y soy consciente de ello.
Kasia es el nombre de la Biblioteca Central de la Universidad de Helsinki. Kasia se inauguró hace dos años. Es un edificio de siete plantas, relleno de millones de libros y de lugares paradisiacos para la lectura. Kasia es la máxima expresión del amor por la lectura que siente todo un país. Finlandia cuenta con una de las mayores redes de bibliotecas públicas del mundo. Allí, no sólo la educación, sino también la vida cotidiana de la mayor parte de las familias está invadida por este hábito. Un finlandés lee una media de 47 libros al año. Aquí no llegamos a los 10.
Soy una persona débil y soy consciente de ello. Por eso jamás ostentaré un cargo público. Porque me conozco y acabaría aceptando comisiones ilegales y utilizando las tarjetas fantasma de las Cajas. También porque los libros me dan mucho placer y acabaría invirtiendo el dinero de todos en bibliotecas. Y eso, lo de promover la lectura, enriquecería a los ciudadanos y los haría más sensibles y más imaginativos. Sobre todo, los haría más libres, más críticos del mundo tal como es y más conscientes de que es necesario que cambie. Y eso, por supuesto, sería contraproducente para un político.