Lluvia, sol y una dedicatoria

/ Martes, 4 junio 2013

Columna publicada en el Diario Noticias de Gipuzkoa el 4 de junio de 2013

Existen personas que se acaban mezclando con la tierra en la que viven y eso les da carácter. Es cierto. Conozco a varias de ellas y es cierto, son felices. Yo, sin embargo, aún no lo he conseguido. Las temporadas interminables de monzón cantábrico hacen que mi cuerpo se arrugue y mi carácter se agrie. Así que, de pronto, me despierto una mañana y al escuchar el aguacero que un día más me espera al otro lado, decido escaparme a Madrid el fin de semana. Para ver el sol. Para dejar de medir la humedad de mis calcetines. Para dejar de festejar los minutos sin lluvia.

El domingo madrugo y me acerco a la feria del libro de El Retiro. En una de las casetas casi un centenar de personas hacen cola. Pregunto a una señora elegante, con un largo collar de perlas. Es una firma de libros. Esperamos a Pérez Reverte. Llegará sobre las 12, me responde. No los entiendo, pienso. Por qué hacen cola. Qué sentido tiene tener un libro firmado. El libro es el mismo. Tanto tiempo. Para qué. Para conocer al escritor. Absurdo. No se puede conocer a alguien en un minuto de conversación. Al otro lado de la calle veo una librería que levanta en ese momento la persiana. Entro en ella y compro una edición de bolsillo del Capitán Alatriste. Regreso a la cola y me coloco detrás de la señora del collar de perlas. A ver que pasa. A ver si lo entiendo. A las 13:05 llega mi turno. Pérez Reverte ya no lleva gafas. Me da vergüenza decirle mi nombre. Para Julio Álvarez, por favor. Él levanta la cabeza, sonríe y me mira a los ojos. Una emoción desbordante recorre mi cuerpo. La mano me tiembla. Le entrego el libro y él escribe, inexplicablemente: “Para Iban Petit, con afecto”. Me ha pillado, pienso. Como somos pocos, sabe los nombres de todos los que no le hemos leído.

De vuelta, en el tren, reflexiono. Lo del nombre es lo de menos. Lo importante es que ya lo entiendo. Todo pasa por mimetizarse con el entorno. Ésa es la clave. Decido que a partir de entonces me mezclaré con la lluvia y me convertiré, por fin, en un hombre de carácter. Feliz.