Los negros de enfrente
Para otros / Martes, 18 febrero 2014
Columna publicada en el Diario Noticias de Gipuzkoa el 18 de febrero de 2014
Fermín lee un libro durante toda la tarde. En el salón, en una butaca roja que compró hace poco en el Corte Inglés. De vez en cuando, para descansar, Fermín sale al balcón y contempla las ventanas de la casa de enfrente. Imagina entonces las vidas de sus vecinos. En uno de los descansos ve a dos obreros en el cuarto piso. Parece que lo están reformando. Los dos son negros. De pronto, abren las ventanas y escucha sus voces en un idioma extranjero. La radio que tienen enchufada la escucha en castellano: 150 inmigrantes subsaharianos entran en Melilla tras asaltar la valla fronteriza a gritos de “Barça, Barça”. Los obreros se ríen. Fermín también sonríe. Después se pregunta cómo habrán llegado ellos dos hasta allí, si en patera o escalando una valla de alambre y cuchillas, y si tendrán papeles. Fermín se convence de que les están pagando una miseria por la reforma. De que pasan hambre. También de que viven en un piso a las afueras, compartido con otros 10 o 12 negros.
Ya es de noche y Fermín continúa leyendo. Se asoma de nuevo al balcón y vuelve a fijar su vista en el cuarto piso del edificio de enfrente. Tienen las luces encendidas. Fermín se da cuenta de que los dos obreros negros no eran obreros. Eran un hombre y una mujer, y no era una reforma, sino una mudanza. Ahora los dos están sentados viendo la tele. Ella en un sofá. Él en una butaca idéntica a la suya. Junto a ellos un niño y dos niñas. Fermín reconoce a una de las niñas. Va a clase con su hija pequeña. Fermín regresa a su butaca y comienza a sentirse miserable, habitante de un mundo diminuto en el que los negros vienen en pateras, en el que nos sorprendemos cuando descubrimos que viven en nuestra misma calle, que sus hijos vienen a nuestros colegios, que son como nosotros. En silencio, trata de descubrir por qué piensa así, por qué, pese a que se esmera, es incapaz de verles como a iguales. Con movimientos casi automáticos, deja el libro sobre la mesa, coge el mando a distancia y enciende la tele. Es martes, 18 de febrero. Su mujer se recuesta a su lado. Sus hijas, en el sofá. Y en la pantalla, juega el Barça.