Novato patoso
Para otros / Martes, 1 octubre 2013
Columna publicada en el Diario Noticias de Gipuzkoa el 1 de octubre de 2013
Ya es de noche. Alberto baja las persianas y enciende la luz del flexo. La habitación es más pequeña de lo que imaginaba. Una cama, un armario, una mesa y una silla, una papelera y un lavabo. No hay más. Las duchas y los baños son comunes para cada uno de los ocho pisos. En cada piso hay unas 20 habitaciones como la suya. Es domingo. Mañana será su primer día de universidad. Sus padres le han despedido en el mismo aparcamiento del Colegio Mayor. Se valiente hijo, le ha susurrado su padre. En el comedor muchos se han juntado en grupos para cenar. Él lo ha hecho solo. En el postre, otro chico se le ha acercado. ¿Eres nuevo?, le ha preguntado. Sí, ¿y tú? A mí se me habla de usted, ¡cojones! El otro ha empujado su bandeja y los platos han caído al suelo. ¡Mirad, ya tenemos al novato patoso de este año! Todos han reído. Nadie ha salido en su defensa. Ni siquiera él mismo.
Ya es de noche. Alberto se pone el pijama y cierra la puerta de la habitación con llave. Se afeita con parsimonia y se cepilla los dientes. Apaga la luz y se acuesta. De pronto, escucha gritos en el pasillo. ¡Hoy es noche de fiesta, novatos! Alguien aporrea su puerta. Él se acurruca. Se siente tremendamente indefenso. Un miedo profundo le atraviesa el cuerpo. Se valiente, hijo. Una llave entra en la cerradura y la puerta se abre. Sólo consigue distinguir una sombra. Comienza a sollozar. Además de patoso, mariquita, ¿eh, novato? La cama se eleva y su cuerpo cae contra el suelo. ¡Levántese, nos vamos de excursión!
Con el inicio de curso, los Colegios Mayores lo han denunciado de forma conjunta. “Como ocurrió antes con el acoso escolar o mucho antes con la violencia de género, las novatadas no son bromas inocentes, son una forma de humillación”, explican. Sin embargo, ni ellos ni el sistema lo asumen del todo. Alberto fue novato durante tres semanas. Al año siguiente se convirtió en el cabrón que volteaba las camas. Han pasado varios años y no hay día en el que no se pregunte cómo fue capaz de ser partícipe de todo aquello. Todavía recuerdo aquella sensación de miedo tan abismal, me dice, avergonzado.