Cremallera

/ Domingo, 25 mayo 2014

Y entonces, ¿qué tal todo? ¿qué tal tus padres? Ella no deja de preguntar. Ella, con los ojos muy abiertos. Yo trato de mirarla de frente. Yo, pendular,  juego con la cremallera de mi abrigo. La subo y la bajo. Estaba muerta, eso recuerdo. Fui a su funeral. A los años nos mudamos. Su hija y su marido lo hicieron antes. Por la pena, supuse. Pues yo allí sigo, no me cambié de casa como vosotros, bueno ya sabes que mi marido me dejó y se llevó a mi hija.

Es de día y es sorprendente. Porque aquí está ella, Edurne Almagro, ya muerta, frente a mí. Yo sin parar de moverme, nervioso. Fui a su funeral. Vi el féretro y a su hija llorar junto a su padre. Ahora. Bajo el sol de diciembre. Entre el frío que, al final del otoño, se instala en los zapatos. Edurne Almagro, muerta; yo, vivo; y mi cremallera del abrigo. Sube y baja. Como el tiempo, que sí, que es cuántico, que varía y crea diferentes vidas y en todas unos mueren y el resto lo hacen más tarde.

 

cremallera