Cuando te enteres…

/ Martes, 7 enero 2014

Columna publicada en el Diario Noticias de Gipuzkoa el 7 de enero de 2014

Cuando te enteres de quienes son, no querrás haberlo hecho. Porque te conozco y preferirás callar y hacerte la despistada, y entraremos en una fase curiosa en la que tu madre y yo sabremos que lo sabes y en la que, al menos yo, no me atreveré a explicarte nada. Porque no sabré cómo justificar por qué te mentí. A pesar de que todos los padres lo hacen. A pesar de que la mentira es de unas dimensiones colosales y todos los adultos la alimentamos año tras año. Hasta que al final, un día, lo acabarás preguntando y los tres nos sentaremos en el sofá y, cariño, sí todo es mentira, te diré. Sí, el vino me lo bebía yo. Y sí, los paquetes los escondíamos por toda la casa, no sé, en el trastero o en el armario del salón. Tú llorarás y lo negarás con todas tus fuerzas. ¿Y ahora qué?, preguntarás, ¿ahora que hago yo?

Quizá entonces te responda algo trivial y te abrace. O quizá debería explicarte que a partir de ese momento lo que puedes hacer es buscar la ilusión de los demás en los regalos que haces y que esos regalos no son más que tiempo en el que piensas en los otros. Que, por ejemplo, este año a mí me han traído más de dos horas, y yo he sido un desastre y no he regalado ni quince minutos.  Que además a ti te dejé para el final y acabé, ansioso, buscando tienda por tienda cualquier indicio que me señalara tu regalo. Y cuando por fin encontré algo que podía encajar, lo tuve que mirar una y otra vez, hasta convencerme de que sí, de que no lo tenías ya y de que te iba a encantar.

La verdad es que no sé si seré capaz de explicarte todo esto cuando te enteres de quienes son y tu inocencia se desvanezca. Lo que sí te prometo es que cuando eso ocurra te regalaré tiempos largos. De esos que practican los abuelos. De esos en los que te vuelcas recuerdos en septiembre y esperas a que la memoria te envíe alguna señal, hasta que un destello, un día cualquiera, hace que un objeto te diga que quiere pertenecer a esa persona. Y quizá así pueda hacerte sentir la misma ilusión que tenían tus ojos, grandes, llenos, ayer a esta misma hora, cuando abriste mi regalo de última hora.