Desaprender

/ Martes, 17 junio 2014

Columna publicada en el Diario Noticias de Gipuzkoa el 17 de junio de 2014

Mi abuela emigró a París para buscar trabajo. Lo encontró. Fue sirvienta de una familia rica durante 40 años: cocinaba, fregaba y limpiaba. Todos los veranos la visitábamos. Un día de mediados de los ochenta nos llevó a cenar a una hamburguesería. Allí, las cadenas norteamericanas ya estaban extendidas. Para nosotros, sin embargo, era la primera vez. Las bebidas venían en vasos de papel, las patatas fritas en bolsitas de cartón y las hamburguesas en cajas de plástico. Todo se comía con las manos. Yo me llené la cara con kétchup y tiré dos veces un vaso de coca-cola. Al terminar, mi tío, que era comunista, nos dijo que parecía que para ser moderno había que no usar cubiertos y desaprender los modales de educación en la mesa, que aquello no era más que un símbolo de la invasión capitalista. Mi abuela se levantó con las bandejas, volcó todo su contenido en una papelera, y será lo que sea, le respondió, pero al menos aquí limpiar es así de fácil. Yo quise decirle que en los demás restaurantes ni siquiera había que limpiar, pero no me atreví.

Busco en internet algo de última hora para las vacaciones. Me encuentro con una oferta de hoteles que se presentan como un lugares “libres de niños”. Presumen de ser espacios sin alboroto en sus halles, en sus restaurantes y en sus piscinas. No descarto la idea. Mi hija pequeña no para quieta, es vitalidad pura, una alegría; pero hay días en los que me desquicia.

Llamo a mi tío, que aún dice ser comunista, y le comento lo de los hoteles sin niños. ¿Sabes por qué tu abuela era aficionada a las hamburgueserías?, me dice, porque ella, que se pasaba el día limpiando, descubrió que le encantaba vaciar la mesa con un solo gesto; todo es una cuestión de mercado, nos generan necesidades donde no las había. Al colgar, pienso que quizá mi tío tenga razón. Después me digo que es incompatible tratar de educar a mi hija en el respeto y la tolerancia, y al mismo tiempo irme a un hotel sin niños para que ninguno me moleste. Porque ella es casi yo y eso sería dejarme fuera casi a mí mismo. Porque al hacerme mayor desaprendo, y a veces me olvido de quién he sido.