Efeméride

/ Martes, 17 septiembre 2013

Columna publicada en el Diario Noticias de Gipuzkoa el 17 de septiembre de 2013

Ocurrió hace exactamente veinte años y en este mismo banco desde el que escribo. Ella me miró fijamente, y de pronto, su rostro expresó una emoción que hasta entonces yo no había percibido en él. Llevábamos todo el verano juntos. La había conocido hacía ya tres meses, en la playa, justo al final del curso anterior. Y durante ese tiempo nos habíamos hecho inseparables. Ella me miró fijamente, en este mismo banco. Tengo algo importante que contarte, me dijo. Y yo sostuve el cigarrillo con nerviosismo. Creo que me he enamorado, confesó, y se ruborizó tanto que toda ella fue una gran esfera roja.

De repente, mi cuerpo se tambaleó y una emoción eléctrica recorrió mi médula espinal. Porque yo también estaba enamorado, claro, pero ella resultaba inalcanzable y por eso no había sido capaz de decírselo. Eres mi mejor amiga, le había dicho. Nunca he conocido a nadie como tú, también le había dicho. Pero ya estaba. Por fin. Las utopías están para alcanzarlas y la mía era ella, y en esta vida hay que ser valiente, eso decía mi padre, y por primera vez sentía que estaba realmente cerca de la felicidad. Quise entonces interrumpirle, abrazarle, y gritarle, yo también siento lo mismo. Y aquello sería el inicio de una nueva existencia.

Me gusta un chico, pero me da vergüenza decírtelo. Se mordió el labio inferior. Y aquello le hacía preciosa. Dímelo, no tengas miedo, respondí. Di un paso adelante y me situé muy cerca de sus labios. Ella giró su cabeza y me dijo al oído, es Antxon. Y Antxon no era yo. Yo era Iban y todo se desvaneció. Como nunca antes. Los edificios se desplomaron, los árboles cayeron sobre el asfalto y una nube de polvo se instaló dentro de mí durante días.

Desde aquel día, todos los 16 de septiembre, intento acercarme a este banco, sentarme en él y celebrar aquel cataclismo. Celebro haber sabido perder a los quince años. Celebro haber conocido el desencanto y sobre todo, haber descubierto la belleza de lo inalcanzable.