El despacho

/ Martes, 19 marzo 2013

Columna publicada en el Diario Noticias de Gipuzkoa el 19 de marzo de 2013

Luis no es especialmente brillante. De hecho,  tardó cinco años en la diplomarse en empresariales, nunca ha llegado a dominar el inglés y no es muy diestro con los números. Así que Luis nunca imaginó que llegaría a trabajar en un despacho de ese calibre: excesivamente amplio, con una mesa de roble y otra redonda de reuniones, una pequeña biblioteca y un ventanal a la calle más céntrica. Pero un día, le llamó alguien del Partido; uno, con el que su padre tenía confianza. Y Luis dudó al principio. Porque yo sólo soy un administrativo – les dijo. Pero eres trabajador, metódico y llevas 15 años afiliado, y eso es un valor – le respondieron. Así que, sin haberlo imaginado, de la noche a la mañana, acabó llegando a ese despacho hace unos meses.

Por el contrario, Ignacio sí que es brillante. Él sí terminó la diplomatura en tres años y luego la licenciatura y un master. Él sí tuvo que pasar primero unas oposiciones y más tarde las pruebas de promoción interna y de idiomas. Así que, habiéndolo planeado y soñado, Ignacio acabó llegando a la misma planta que Luis. Pero él, a una mesa sencilla, al fondo del pasillo.

Hoy, Luis está sentado en su despacho. Prepara las líneas maestras del “plan de impulso competitivo 2013 – 2016”. Lleva más de tres horas frente al ordenador y no sabe como abordarlo. Podría llamar a Ignacio y pedirle ayuda. Porque Ignacio es brillante, está preparado y tiene la solución. Pero no quiere hacerlo. Porque Ignacio sólo es un funcionario más y no tiene un compromiso como el suyo, que lleva más de 15 años afiliado al Partido. Podría llamar a Ignacio y pedirle que le guiara en la estructura o le tradujera otros planes europeos. Pero no quiere hacerlo. Porque si lo hiciera, sería una forma de decirle que no sabe muy bien como ha llegado hasta allí, que nunca lo imaginó, que en realidad a él no le votó nadie. Y acabaría avergonzándose, pidiéndole disculpas y diciéndole que sí, que efectivamente el sistema está mal montado, porque debería ser un Ignacio y no un Luis, quien ocupase un despacho con una mesa de roble.