El lugar y la memoria

/ Martes, 19 noviembre 2013

Columna publicada en el Diario Noticias de Gipuzkoa el 19 de noviembre de 2013

Rosario, Argentina, enero de 1977, Servicio de Informaciones Policía de Santa Fe.La penumbra es constante. No es lo que más le preocupa a la prisionera, pero sí lo que más la aturde. Un haz de luz artificial nace del ventanuco de arriba y no puede dejar de mirarlo. La celda es fría. No sabe con exactitud los días que lleva encerrada. Calcula que rondarán los 40 o 50. Las primeras horas la golpearon sin cesar. Pero ella no habló y ahora los dedos de su mano derecha están todos rotos. El dolor, sin embargo, viene de otro lugar. Un lugar que está en sus propias entrañas y del que trata de huir, una y otra vez. No puede borrar la imagen de su marido muerto, a su lado, con la cabeza inerte y los ojos mirando al infinito. Está convencida de que a ella no la dispararon porque estaba embarazada, de que lo harán en cuanto nazca el bebé. Se acaricia la tripa y se pregunta dónde estarán sus otras dos hijas ahora. Las imagina jugando en el parque o haciendo la tarea sobre la mesa de la cocina. Después vuelve a recordar el rostro de su marido muerto, con los ojos abiertos y el pelo empapado de sangre. Y de nuevo, vuelve a desgarrarse de pena y de angustia, y regresa sin remedio a ese lugar en sus entrañas. Un lugar que no conocía hasta hace unos 40 o 50 días. Un lugar de penumbras, desde el que contempla, absorta, la luz que emana el único ventanuco de la celda.

Rosario, Argentina, 15 de noviembre de 2013, Centro Popular de la Memoria. Bajo unas escaleras de piedra. Frente a mí, la espalda de María. Frente a María, la de su madre. Una humedad fría lo envuelve todo. De repente. Recorremos dos estancias. Después, un pasillo largo con puertas metálicas a los lados. Abrimos una de ellas. Es aquí, mamá, dice María. Sí es aquí, confirma su madre. Ambas murmuran entre sí. Se abrazan. Un escalofrío eléctrico me recorre el cuerpo. María solloza. Su madre, de pronto, sonríe y su cara se ilumina. Pasé horas contemplando esa pequeña ventana de ahí arriba, explica, porque los días de visita, antes de estar con tus hermanas, sus piececillos aparecían entre los barrotes.