En la inopia

/ Martes, 8 enero 2013

Columna publicada en el Diario Noticias de Gipuzkoa el 8 de enero de 2013

Es la noche del 4 de enero y estoy colocando los platos en la mesa del comedor.  Mañana es el cumpleaños de mi padre y siempre lo celebramos con otra cena navideña. Ahora, mientras preparamos todo, es un momento de música en susurro. Luego sonará el timbre y llegará el bullicio. Frente a mí, junto a la televisión, está sentada la madre del homenajeado. Hace dos años ella me ayudaba con la mesa y enredaba en la cocina. Recuerdo que mi madre me lanzaba miradas de “estoy hasta las pelotas de esta señora” y yo sonreía. Hoy sin embargo, la mirada de mi madre ha sido otra. Hoy la ha acompañado al baño a asearse, la ha vestido y le ha dado la cena. Ahora mi abuela está sentada  frente a mí, impasible, mirando al televisor. La observo con una mezcla de rabia y desazón. Pienso en la contradicción de celebrar los cumpleaños para luego acabar en la inopia.  En la televisión dos hombres conversan. Uno está hinchado y tiene una papada enorme. El otro es delgado y tiene el pelo gris. El hinchado, que no es mi padre, también cumple años mañana y por eso es entrevistado. El de pelo blanco resulta que ha resucitado y por eso entrevista. Los dos gesticulan con educación. El hinchado además, con parsimonia y autoridad. El de pelo blanco con reverencia. Ya estamos con la pantomima, el teatro o el esperpento, pienso. Al rato mi abuela empieza a gesticular. Me acerco hasta ella. ¿Qué pasa, amona?. Que bien habla este señor, Iban, ¡que bien hablan los dos!. ¿Verá mi abuela algo que no veo?, pienso. ¿Escuchará algo yo no escucho?. Mi abuela vuelve a gesticular y me pregunta a qué hora empieza el un, dos, tres. Sonrío. En un ratito, amona aunque como es Navidad igual no lo echan. Decido quitar la música y subir el volumen la tele. Termino de poner la mesa y me siento en el sofá a ver la tele. A los pocos minutos cuerpo empieza a flotar y entro en un estado de meditación extraño. Trato de despejarme y no puedo. Estoy en la inopia. Los dos hombres se dan un abrazo. Brindan con whisky y dan paso a Mayra Gómez Kemp. Mi abuela aplaude. Y yo me siento feliz.