Entre la bruma

/ Viernes, 22 enero 2016

Columna publicada en el Diario Vasco el 21 de enero de 2016

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La casa tiene setenta metros cuadrados. Dentro vivimos seis niños y cuatro adultos. Es 20 de enero y está amaneciendo. Yo tengo cinco años y duermo con mi primo mayor en una de las habitaciones. De pronto se enciende la luz de la mesilla. Abro los ojos. Veo a mi tía entrar en el cuarto y despertar a mi primo. En su mano derecha lleva una percha de la que cuelga un traje de tamborrero. Mi primo se incorpora sobre la cama y comienza a desvestirse. Oigo susurros. Vuelvo a cerrar los ojos. Sueño con el día en el que yo pueda llevar un traje como ése. Fin del primer recuerdo.

Exactamente seis años después es mi madre la que entra en el cuarto, la que me despierta y la que me ayuda a vestirme. No llueve, me dice. Desayuno y mi padre me acerca en coche hasta el colegio. Allí me junto con mis compañeros. La excitación es total. Alguien nos graba con una videocámara. Los profesores repasan una y otra vez las normas de comportamiento. Las filas, dicen, que no se rompan las filas. Un autobús nos deja en Alderdi Eder. Allí solo veo colores. Allí todo es un griterío. Todo son tambores. De pronto, suena la marcha de San Sebastián y comenzamos a caminar. Fin del segundo recuerdo.

Decía Henning Mankell en su último libro que al mirar al pasado nos encontramos con una bruma entre la que solo logramos distinguir con nitidez algunas imágenes. Que al mirar al futuro la bruma se vuelve todavía más densa, así que estamos condenados a mirar solo al presente. Simplemente porque no tenemos más. Ayer vivimos un nuevo día de San Sebastián. Escuchamos en bucle una y otra vez las mismas melodías, y sentimos una inercia constante de golpear un tambor. Probablemente todos esas imágenes de lo que vivimos se disipen lentamente en pocas semanas. Sin embargo, ayer miles de niños sintieron un hormigueo en sus estómagos al despertarse y de una forma inconsciente generaron miles de recuerdos que sí serán distinguibles entre su bruma dentro de unos años. Y será sobre esos recuerdos sobre los que construyan una emoción inexplicable e irracional. Una emoción que llevarán dentro durante el resto de sus vidas.