Frustración

/ Martes, 26 marzo 2013

Columna publicada en el Diario Noticias de Gipuzkoa el 26 de marzo de 2013

Una tarde de verano, con cinco años, mi amigo J quería ir a la playa, a estrenar su cubo y su pala nuevos. Comenzó a llover y el plan se cambió por una tarde en casa. Con diez años J soñaba con ser delantero en el equipo de la ikastola y el entrenador lo colocó de defensa derecho durante toda la temporada.  Con diecisiete años J quiso estudiar Bellas Artes y su padre le obligó a pasar primero por empresariales.

Con veintitantos años, J quiso montar un evento cultural en la ciudad. Buscó colaboradores y preparó el proyecto para presentarlo al ayuntamiento. No cuajará -le respondió el concejal- nosotros no vamos a apoyar el proyecto, no está dentro de nuestras prioridades; mi consejo es que lo olvides. Pero aquella vez J se negó a ceder. Porque a J el proyecto le convencía, creía que la ciudad lo acogería y sobre todo que poniéndolo en marcha él, de alguna manera, se sentiría más feliz, más libre. Porque nunca había llegado a estudiar Bellas Artes y aquel proyecto le hacía sentir que, por fin, se acercaba a algo que realmente le apasionaba. Así que  decidió seguir adelante e invirtió todos sus ahorros en él. Nunca los recuperó. Pero desde entonces, J no ha parado de promover y gestionar proyectos culturales y ha hecho de ello su profesión.

Hace diez días J leyó en el periódico que el Gobierno Vasco iba a recortar el presupuesto destinado a 2016 en más de un 75%, que iba a pasar de aportar 1,5 millones de euros a 350.000. Y yo, me contaba J ayer por la tarde, yo me alegré,  ¡sí señor!. Como cuando ves que al matón de clase le cae una colleja de otro matón de un curso superior. Porque ya es hora de que la administración, en este caso el ayuntamiento, me da igual, deje atrás la soberbia, deje de dar por supuesto de que presentándose como tal todo el mundo le bailemos el agua. Ya es hora de que aprendan a redimensionar proyectos sobre la marcha, a ser imaginativos y a no derrochar. Que piensen porqué ha ocurrido y que busquen alternativas. Que por fin, se enfrenten a la frustración, que se acostumbren a ella, como hemos tenido que hacer los demás.