La evidencia excesiva

/ Martes, 26 noviembre 2013

Columna publicada en el Diario Noticias de Gipuzkoa el 26 de noviembre de 2013

Me gusta el fútbol. Sin embargo, a veces, trato de alejarme de él. Porque altera mi equilibrio interior y ciega mi capacidad crítica. Porque cuando veo un partido hay algo, un nosequé, que me atrapa durante casi dos horas. Es un nosequé imparable, pegajoso, que me impregna un subidón de rabia y adrenalina indescriptible.

El sábado pasado pasé toda tarde solo en casa. Primero terminé de leer un cuento de Poe que había dejado a medias la noche anterior. Se titulaba “La carta robada”, y en él se describían las bondades de la evidencia excesiva, cómo en ocasiones para ocultar algo lo mejor es dejarlo a la vista de todos, en un lugar, donde precisamente nadie buscaría. Después me senté en la sala a trabajar con mi ordenador. Dieron las seis y no me contuve. Puse en la tele el partido de la Real. A los cinco minutos, gol de Vela. Y ese nosequé comenzó a instalarse en mi cuerpo. Así que, con decisión, abandoné la sala con la tele aún encendida, y me instalé en la cocina. Allí escuché de fondo los goles del Celta. Y allí también leí una noticia en internet. En ella se afirmaba que 44 trabajadores nepalíes habían muerto en verano en la construcción de las infraestructuras del próximo mundial de fútbol en Qatar. La noticia describía cómo muchos de esos inmigrantes trabajan sin recibir un salario desde hace meses y duermen hacinados en habitaciones minúsculas. Me estremecí durante unos minutos y continúe trabajando. De pronto, escuché el tercero de Vela y regresé corriendo a la sala. Vi el cuarto y comencé a gritar. Por fin, la rabia y la adrenalina se habían hecho dueñas de mi cuerpo.

Hoy, más calmado, reflexiono sobre este mundo tan mísero en que vivimos, en el que mientras yo celebraba en mi salón la remontada de la Real, decenas de miles de hombres se estaban dejando la vida para que yo vuelva a sentir ese nosequé en el mundial del 2022. Es evidente que se nos ocultan otras realidades. Enmascaradas a través de mentiras o cortinas de humo. Pero en este caso, esta siendo a la vista de todos, con una evidencia excesiva, escondida en el mismo lugar que describía Poe en su relato.