La misteriosa historia de Nora Expósito

/ Martes, 11 marzo 2014

Columna publicada en el Diario Noticias de Gipuzkoa el 11 de marzo de 2014

Si escribiera su verdadero nombre y apellido la descubriría, y aunque parezca extraño restaría verosimilitud a la historia. Una historia que ocurrió más o menos así.

Un fin de semana de febrero de 2004 me acerqué a Madrid a visitar a mi amiga Julia. Julia en aquella época estudiaba periodismo y vivía en La Latina. Llegué un viernes a mediodía. Aparqué el coche y la llamé al móvil. Me dijo que estaba de camino, que la esperara en el bar de abajo. Así que entré en Casa Lucas y pedí una caña. De pronto, una chica con coleta y una camiseta de los Ramones se me acercó. Hola, soy Nora Expósito, me dijo, tú debes ser el amigo de Julia. Y yo sonreí como un tonto y le respondí que sí. Después, conversamos. En un momento determinado me contó que ella era de Bilbao, y yo le pregunté si no echaba de menos su ciudad, a sus amigos, a su familia, si pensaba volver algún día. Se quedó callada durante unos segundos y después acercó su rostro al mío. Yo no tengo recuerdos del pasado, estoy demasiado pendiente del futuro, me susurró. Pensarás que estoy loca, pero de vez en cuando el futuro se me presenta, en algún destello o en algún sueño, y entonces vislumbro lo que va a ocurrir, y desde ese momento, vivo esperando ese hecho, generando recuerdos de algo que va a pasar. Yo la miré incrédulo. Desde hace meses siento que un dolor inmenso va a llegar, prosiguió, en unos días morirá mucha gente, todos al mismo tiempo, y ese dolor se mezclará con una indignación muy grande. Porque alguien mentirá y será la mayor mentirá que jamás se haya contado, concluyó. Y yo efectivamente pensé que estaba completamente loca. Pero quince días después llegaron los atentados del 11M y el gobierno del PP culpó a ETA de los mismos.

Aquella fue la única y última vez que vi a Nora Expósito. Julia me dijo que creía conocerla de vista, de la facultad, pero nada más. Recuerdo que al despedirnos le pregunté a Nora si podía contar lo que me había dicho. Preferiría que no lo hicieras, respondió, pero sé que lo acabarás haciendo. Dentro de unos años lo escribirás en un periódico. Al menos tendrás la cortesía de no descubrirme y me pondrás otro nombre y otro apellido.