Los músicos demasiado jóvenes

/ Martes, 26 febrero 2013

Columna publicada en el Diario Noticias de Gipuzkoa el 26 de febrero de 2013

Salimos tarde de casa. Fuera aún no nevaba. Intenté cubrir mis manos del frío como pude, sin guantes, una sobre la otra, finalmente en los bolsillos. Nuestras piernas comenzaron a moverse en pasos cortos y rápidos y llegamos a tiempo. El auditorio estaba lleno. Encontramos nuestro sitio, molestamos a siete u ocho personas y nos sentamos. La luz se atenuó y entraron. Primero el coro y después ellos: los músicos jóvenes. Los músicos demasiado jóvenes. Vestidos de negro, ilusionantes, ocuparon sus sillas. Una violinista entró en escena y algunos compañeros patalearon en el suelo para darle la bienvenida. Pom, pom, pompompompom. Ella, con veintipocos, los saludó con la mirada y tocó una nota larga. Vientos y cuerdas afinaron sus instrumentos. Luego, entró el director, alzó su barita y comenzó la melodía. Durante un largo rato no pude evitar fijarme en ellos, en los músicos jóvenes, en su concentración aparente, en sus gestos escondidos. Imaginé como serían sus vidas, sus rutinas, a que hora se despertarían, qué harían los fines de semana, cómo sería “estudiar un instrumento” o cuantas horas ensayarían al día. Pensé en la juventud que tenían por delante, en los años que nos separaban. En todo lo que podrían hacer hasta llegar a mi treintena pasada. Egoísta, también pensé en todo lo que no había hecho yo; por la pereza, sobre todo, que me había llevado a hacer otras cosas que ahora, me parecen mucho menos interesantes que dominar un instrumento y pertenecer a una orquesta. Al final la música del auditorio me atrapó y  me olvidé de los músicos jóvenes. Me dejé deslizar. Y fue delicioso, emocionante, placentero hasta el extremo.

Así que, gracias Musikene, por enseñar a estos jóvenes a ser músicos. Así que, gracias “músicos demasiado jóvenes”, por haber llegado hasta donde estáis, por vuestras horas de sacrificio y de clases interminables. Gracias por no ser comunes, por no tener pereza como yo y dedicaros a lo que os dedicáis. Porque sois imprescindibles. Porque sencillamente creáis momentos maravillosos.