Los niños del patio

/ Lunes, 8 septiembre 2014

Columna publicada en el Diario Noticias de Gipuzkoa el 23 de septiembre de 2014

Hoy, como todos los días, me he despertado a las 7:30h de la mañana. Me he duchado, he desayunado un café con leche y he acompañado a mi hija al colegio. Ahora, estoy sentado frente a la mesa de trabajo y es como que nada existió. Porque en una semana la virulencia de la rutina lo ha borrado todo. Ya no existen ni el sol, ni el chiringuito, ni las siestas a la sombra. Tampoco los despertares con todo un día por inventar. Cuando me pregunten, no sabré que decir. Acabaré respondiendo que lo he pasado muy bien. Pero será mentira, porque ya no recuerdo haber estado de vacaciones alguna vez.

Ahora, sentado frente a la mesa de trabajo, recuerdo el rostro de mi hija en la entrada del colegio. Tiene cinco años y hoy es su primer día en un colegio grande. Ella sí que recuerda la piscina, la playa y los castillos de arena. Me lo ha contado antes de cruzar la verja de la entrada. El patio estaba lleno de niños con mochilas. Pelirrojos, morenos, altos, bajos. Todos diferentes. Muchos lloraban. Ella también, y yo me he llenado de pena.

Ahora, no sé por qué, recuerdo mi cuerpo de esta mañana, frente al espejo, al salir de la ducha. Me he visto gordo y me he sentido culpable. Debería haber cuidado mis comidas del último mes. No sé por qué trato de adaptarme a una imagen idealizada de mi mismo. No sé por qué me exijo una belleza que nunca llegaré a tener.

Mientras trabajo escucho en la radio una tertulia sobre Catalunya. Nada ha cambiado. Se sigue debatiendo lo mismo que antes del verano y yo sigo sin entender el miedo a los cambios y a las decisiones. A votar las veces que sea necesario. A alcanzar acuerdos que contenten a la mayoría y recojan a las minorías.  Tengo la sensación de que nos quieren meter a todos en un colegio gigante, borrar nuestras diferencias, dejarnos sin recuerdos y obligarnos a parecernos los unos a los otros. Ahora, no sé por qué, me acuerdo de los niños del patio y vuelvo a llenarme de pena.