Números absurdos

/ Martes, 24 septiembre 2013

Columna publicada en el Diario Noticias de Gipuzkoa el 24 de septiembre de 2013

Hace unas semanas mi hija cumplió cuatro años. Y a las siete de la mañana del gran día, ella, su madre y yo, nos sentamos frente a una montaña de paquetes de colores. ¡Halaaa, mira que montón de regalos!, exclamé. Pero ella se quedó quieta, impasible. Su madre y yo le miramos extrañados, ¿estás bien?, ¿que te pasa, cariño? Ella no respondió y siguió así durante un buen rato. Contemplando. Absorta en una especie de emoción contenida. Hasta que por fin giró su cabeza. Sus pequeños ojos se habían llenado de angustia. ¿Cómo van a entrar en mi cuerpo?, nos preguntó. ¿Quiénes van a entrar en tu cuerpo, cariño? ¿qué quieres decir?, le respondimos. Ella se mostró impaciente ante nuestra incomprensión y comenzó a sollozar. ¿Quiénes son los que van a entrar en tu cuerpo, mi amor?, insistió su madre. Los cuatro, ama, los cuatro años. Ya tengo cuatro años, pero ¿cómo me van a caber hoy los cuatro años si ayer sólo me entraban tres? Tratamos de explicarle con paciencia que los años no entraban mágicamente de un día a otro en el cuerpo, que lo hacían poco a poco, en fragmentos de minutos, días y meses.  Ella escuchó atenta y, a pesar de no quedarse del todo convencida, dio por resuelto el problema y comenzó a desempaquetar los regalos.

Durante los días siguientes me dediqué a recopilar las expectativas que se depositan en alguien de 35 años. Encontré cientos: responsabilidad y conocimiento, esfuerzo e iniciativa, saber tres idiomas, estar encaminado en una carrera profesional, tener pareja estable y si la tienes, ser padre o madre o estar pensando en serlo… Y más, muchas más, o en definitiva, estar en el camino del éxito vital o al menos, forjándose una vida como Dios manda.  Abrumado, ayer por la noche, después de leerle el cuento, antes de apagar la luz, me acerqué a ella y le dije, corazón, por lo de los años, no te preocupes, si no te entran en el cuerpo no pasa nada, se quedan fuera y ya está. Son sólo números absurdos. A mi tampoco me entran los míos. Vale aita, me respondió, entonces de momento me quedo con tres, ¿pero los regalos no los tengo que devolver, no?