Qué gran invento asombroso

/ Martes, 8 abril 2014

Columna publicada en el Diario Noticias de Gipuzkoa el 8 de abril de 2014

En unos minutos estaré volando a Buenos Aires. Allí está comenzando el otoño. Me ha costado un quebradero de cabeza decidir que ropa llevaba. Creo que no he acertado. Estoy ansioso por llegar. Me apasiona pasear por las ciudades grandes, rodearme de taxis, dejarme arrastrar por movimientos imparables, disimular mis movimientos torpes y tratar de pasar desapercibido. “Qué gran invento asombroso, la ciudad”, leí una vez a Muñoz Molina. Ahora mientras espero en el aeropuerto, ojeo el periódico. “Dimite la directora de Donostia 2016”.  En un entorno en donde nadie dimite, las renuncias a un cargo por voluntad propia me parecen un acontecimiento sensacional.

Allí, en Argentina, no existen oposiciones para trabajar en los departamentos de cultura de la Administración. Si uno quiere ejercer ese oficio debe primero conocer a alguien de dentro. Después se da de alta en autónomos y comienza a facturar. Unos 300 euros al mes. Esa cantidad se va incrementando y a los 2 o 3 años, cuando la relación con los jefes es sólida, la Administración lo incorpora a su plantilla.  Es un proceso injusto, corrupto y casi ilegal. Pero allí, en Argentina, lo asumen, son conscientes de que en eso han fracasado.

Aquí, para ejercer ese mismo oficio uno puede sacarse unas oposiciones. Pero también tiene otras dos opciones, más rápidas: proponer un proyecto y amañar un concurso, o arrimarse a un partido y que éste le busque un hueco.  Lo peor de esto no es el hecho de que ocurra, que ocurre, sino que aquí nos creemos transparentes. Nosotros no somos como los valencianos, los madrileños o los andaluces, decimos. O sí, pero no somos conscientes porque los comportamientos corruptos son tan habituales que nos parecen casi legales.

En el proyecto de la capitalidad cultural han dimitido todos a los que los políticos habían colocado. Dimitir es la asunción más directa de un fracaso y además, de una forma sutil, deja al desnudo todo que hay a su alrededor. Qué gran invento asombroso, la dimisión. A veces sueño que un político la descubre de casualidad y sin querer, aprieta el interruptor y la pone en marcha.