Terraza y viento sur

/ Martes, 22 enero 2013

Columna publicada en el Diario Noticias de Gipuzkoa el 22 de enero de 2013

Estoy sentado en un auditorio repleto.  La charla se titula: “Mira más allá de las estrellas, nada sucederá en tu vida mientras no lo quieras” y propone el pensamiento positivo como la herramienta imprescindible para vencer los miedos de cada uno y alcanzar la felicidad. Todos los asistentes miran con atención al ponente.  Llevo un rato preguntándome porqué he venido, porqué me he apuntado a una charla de coaching, porqué estoy malgastando una mañana en algo que no soporto. “Vives en un mundo con un promedio de 80% de pensamientos negativos. Desde este instante puedes abandonarlo y hacerlo un mundo mejor”. Quizá haya venido por la misma razón que de niño me llevó a probar las aceitunas una y otra vez hasta que por fin me gustaron un poco; porque como no me iban a gustar las aceitunas si a todo el mundo le encantaban.  “Realmente puedes lograrlo. Inténtalo ahora, llevando contigo no tan sólo pensamientos positivos, sino que una vida positiva fruto de esos pensamientos”. De repente, uno de los ponentes nos invita a levantarnos y a saltar. Lo hago y me siento ridículo. “Cada dificultad es una oportunidad que la vida te da para tu desarrollo personal. Si logras aceptar este enfoque, cada dificultad fácilmente superada será, y tú más crecido estarás”. Quiero irme, quiero irme de este sitio, no les entiendo, todo me incomoda. “Si perseveras y eres constante en tus anhelos, los lograrás dado que eres capaz. No hay límites ante ti, los límites los pones tú mismo”. Lo he decidido, quiero ser infeliz y tener pensamientos negativos. Porqué no. Fracasar y disfrutar del fracaso, y llorarlo y no tener por qué no hacerlo.  “Eres capaz. Eres importante. Decídete ya. Hazlo ahora e inicia el cambio”. Por fin he salido. Casi es mediodía. A pesar de estar en pleno invierno hace sol y un aire cálido me golpea la cara. Me siento en una terraza y pido un vermut. Si quiere le traigo unas aceitunitas. Acepto la oferta y sonrío. ¿Una mañana de coaching y aceitunas? No, un mediodía de terraza y viento sur. Y yo con esto, soy feliz. A ver si lo aprendo.